El progreso técnico de los últimos años, asociado a la dinámica que ha generado la revolución digital y la inteligencia artificial, está produciendo cambios sustantivos en el mercado del trabajo. En este contexto la llamada flexibilización del mercado del trabajo, si bien puede reducir el desempleo, se hace al precio de un aumento del trabajo precario o de tiempo parcial, acompañado de un empeoramiento en la distribución de ingresos.
Por Alexis Guardia Basso
Buena parte de las preocupaciones económicas europeas se concentra en que el desempleo de aquellos trabajadores que tienen poca o ninguna calificación, constituye el problema clave del empleo, particularmente en Francia, donde el 17% de este tipo de trabajadores estaba desempleado en 2018. ¿Cómo hacer para que esta categoría de desempleados se desplace hacia empleos calificados? (1)
Para el economista francés Patrick Arthus, la polarización de los mercados del trabajo se da cuando el empleo se concentra cada vez más, por una parte en las actividades donde los niveles de educación y salarios son elevados y por otra parte en la de los niveles de educación y salarios bajos, todo lo cual se hace en detrimento de la parte de los empleos medianamente calificado.
Según el citado economista, “en 1970 en los Estados Unidos, 31% de los empleos eran poco calificados; el 39% medianamente calificados; y otro 30% calificados. Cincuenta años más tarde la parte de los empleos poco calificados es la misma 31%; pero solamente 23% de los empleos son de mediana calificación y 46% son empleos calificados. Si se afina el análisis, siempre para el caso de los Estados Unidos, distinguiendo los asalariados según posean un diploma de enseñanza superior, entonces, hoy la parte en los empleos medianamente calificado se reduce de 27% en 1980 a 20% actualmente.
Pero el fenómeno es mucho más fuerte para las personas sin diploma universitario, para quienes la parte en los empleos de mediana calificación se reduce de 43% a 29%, mientras que para los empleos calificados y complejos aumentan muy poco, de 15% a 17%; y para los empleos poco calificados el salto es de 42% a 54%. La principal conclusión no es tanto el aumento de las calificaciones sobre el mercado del empleo como la pérdida del acceso de los menos calificados a los empleos medianamente calificados.”
Visto desde este ángulo, la incidencia del fenómeno recién expuesto (que se reproduce en el caso francés) en la distribución del ingreso y en la movilidad social es muy relevante, pues al reducirse los empleos de mediana calificación ocupados por las personas con nivel de educación más débil (“obreros calificados de la industria, empleados calificados en los servicios financieros y los servicios a las empresas”), el problema de la distribución de ingresos se agudiza.
Para el economista estadounidense David H. Autor, “la evolución del mercado del trabajo ha tenido pocos efectos sobre los que tienen la mejor educación y efectos muy negativo para los menos educados” (3). Para el mismo economista esto se debería al impacto del despliegue de las nuevas tecnologías. Pero desde el ángulo distributivo tiene un impacto relevante pues el menor acceso a los empleo de mediana calificación va acompañada de remuneraciones más bajas y un cierre en las posibilidades de ascenso social, pues cada vez es más difícil de salir de un empleo poco calificado, incluso de una generación a otra, al punto de ser afectado por una desclasificación de su oficio, es decir sin perspectiva de carrera. (4)
Efectos sociales y políticos
Según el economista Patrick Arthus, la evolución del mercado del trabajo señalado puede conducir a una fuerte tensión social y política, como reacción a las debilidades de las posibilidades de ascensión social y al aumento de la desigualdad, con un repliegue del interés del trabajo para los menos educados. El movimiento en Francia de los llamados “chaquetas amarillas” representa gran parte de este fenómeno.
¿Qué ocurre en el caso de los países con un capitalismo menos desarrollado?
Con una diversificación productiva poco avanzada la innovación tecnológica solo produce efectos parciales en el empleo y es difícil hablar de una polarización del mercado del trabajo en el sentido de lo expuesto. Ello no significa por cierto que la innovación en las nuevas tecnologías en estos países no afecte el empleo y sus economías. A título de ejemplo, recientemente en enero Amazon prometió invertir US$ 1.000 millones en India, con el objetivo de digitalizar el comercio detallista. Inmediatamente las autoridades lanzaron una investigación contra Amazon y su rival Flipkart, propiedad de Walmart, por una presumible violación a las reglas de la competencia. Los pequeños comerciantes de la India, que no son pocos, acusan a los gigantes de e-commerce de llevar una implacable guerra de precios obligándolos a vender a pérdida. Por cierto, cuando las nuevas tecnologías están ya muy difundidas como el caso del teléfono móvil, ello puede inducir nuevas formas de organización empresarial, como es el caso de Uber, que puede operar tanto en Europa, en Chile como en otros países.
El tema de la polarización del empleo en los países capitalistas desarrollados, además, pone en cuestión una importante proposición de Joseph Schumpeter, conocida como la “destrucción creadora”, donde la desaparición de una actividad económica lleva al desarrollo de otras. “El impulso fundamental que arrastra la máquina capitalista y la mantiene en movimiento viene de los nuevos consumidores, de las nuevas mercancías, de los nuevos métodos de producción y de transporte, de nuevos mercados y de nuevas formas de organización industrial que crea la empresa capitalista”.
Po lo tanto, el empleo polarizado generado por el progreso técnico tiende a perjudicar a los asalariados no calificados y medianamente calificados, con todas las repercusiones que ello tiene en la distribución del ingreso y el ascenso social.